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No es cuestión de decir que soy el mejor, pero para mí mismo, soy un ejemplo a seguir. Mi camino ha estado lleno de fallos, equivocaciones y malas decisiones, y cada uno de esos momentos ha sido un ladrillo en la construcción de la persona que soy hoy.
Desde pequeño, me enseñaron que los errores eran algo malo, algo que debía evitar a toda costa. Sin embargo, con el tiempo he aprendido que esos errores son precisamente los que me han hecho crecer. Cada vez que me he tropezado y he caído, he encontrado en mi interior la fuerza para levantarme de nuevo, más fuerte y más sabio.
Me he caído tantas veces que he perdido la cuenta, pero cada caída me ha enseñado algo valioso. Levantarme después de cada tropiezo ha sido una lección en sí misma, un recordatorio de que, aunque no soy perfecto, la búsqueda de la mejora continua es lo que realmente importa. A través de mis fracasos, he aprendido a ser resiliente, a no rendirme ante la adversidad y a seguir adelante con determinación.
No persigo la perfección. En cambio, me esfuerzo por ser mejor cada día, un día a la vez. Acepto mis fracasos y los abrazo porque son ellos los que me han hecho fuerte y resiliente. Cada error es una oportunidad para aprender y crecer. He descubierto que la clave está en no compararme con los demás, sino en compararme con quien era ayer. Ese es mi verdadero desafío.
Ser un ejemplo a seguir no significa no tener defectos ni cometer errores. Al contrario, significa aceptar nuestras imperfecciones y trabajar constantemente para superarlas. Significa reconocer nuestros fallos y aprender de ellos, en lugar de dejarnos derrotar. Es un viaje continuo de autodescubrimiento y superación personal.
Soy consciente de mis imperfecciones, pero eso no me detiene. Al contrario, me impulsa a seguir adelante, siempre con la vista en el horizonte, buscando esa versión mejorada de mí mismo que sé que puedo alcanzar. Mi vida no ha sido perfecta, pero ha sido auténtica y llena de lecciones que me han moldeado.
En este camino, he aprendido a valorar cada pequeño logro y a celebrar cada paso hacia adelante, por pequeño que sea. He aprendido que la verdadera fortaleza reside en la capacidad de levantarse una y otra vez, en la determinación de seguir adelante a pesar de las dificultades. Y sobre todo, he aprendido que ser un ejemplo a seguir no es cuestión de ser perfecto, sino de ser auténtico y perseverante.